sábado, 9 de agosto de 2008

LITERATURA EROTIKA..."PETICION" GIOCONDA BELLI

Vestime de amor
que estoy desnuda;
que estoy como ciudad
-deshabitada-
sorda de ruidos,
tiritando de trinos,
reseca hoja quebradiza de marzo.
Rodeame de gozo
que no nací para estar triste
y la tristeza me queda floja
como ropa que no me pertenece.
Quiero encenderme de nuevo
olvidarme del sabor salado de las lágrimas
-los huecos en los lirios,
la golondrina muerta en el balcón-.
Volver a refrescarme de brisa risa,
reventada ola
mar sobre las peñas de mi infancia,
astro en las manos,
linterna eterna del camino hacia el espejo
donde volver a mirarme
de cuerpo entero,
protegida
tomada de la mano,
de la luz,
de grama verde y volcanes;
lleno mi pelo de gorriones,
dedos reventando en mariposas
el aire enredado en mis dientes,
retornando a su orden
de universo habitado por centauros.
Vestime de amor
que estoy desnuda.
poetisa nicaraguense

sábado, 2 de agosto de 2008

ESCRITO EROTIKO..."EL FIN DE MI PRINCIPIO"

Llegará el día que la voluptuosidad de tus caderas serán mías. Un día en que girarás tu torso desnudo y tu espalda lasciva me invitará a explorar el camino oscuro que se esconde entre tus nalgas, tan prohibidas, tan deseadas.
Llegará el día que mi lengua seguirá de largo hasta esa oscuridad enloquecedora, jugaré con tu círculo negro, profundo, virgen. Jugaré con mi saliva escurriéndose como un río por su cauce, con la humedad de tu vagina llevada por mi dedo hasta el centro de mi perdición, con mi aliento cálido y seco que quiere comerte a mordiscones.
Jugaré con tu negación que me excita, con mi pene pincelando rayas blancas sobre tu raya marrón.
Jugaré con tu nuca que me pierde y cuando tu cuerpo se olvide de mis intenciones y se deje llevar por la pasión morderé tu cuello, penetraré tu fosa, hundiré mis dedos en tu vagina, tu espalda se arqueará, gritarás, yo intentaré salirme pero tus caderas ansiosas empujarán con fuerza hasta el fin de mi principio.

viernes, 1 de agosto de 2008

LITERATURA EROTIKA..."HÁGASE COMO SE ORDENA" MARQUÉS DE SADE

Hágase como se ordena[Cuento. Texto completo] Marqués de Sade
-Hija mía -dice la baronesa De Fréval a la mayor de sus hijas, que iba a casarse al día siguiente-, sois hermosa como un ángel; apenas habéis cumplido vuestro decimotercer año y es imposible ser más tierna y más encantadora; parece como si el mismísimo amor se hubiera recreado en dibujar vuestras facciones, y sin embargo os veis obligada a convertiros mañana en esposa de un viejo picapleitos, cuyas manías son de lo más sospechosas... Es un compromiso que me desagrada extraordinariamente, pero vuestro padre lo quiere. Yo deseaba hacer de vos una mujer de elevada posición, pero ya no es posible; estáis destinada a cargar toda vuestra vida con el ingrato título de presidenta... Lo que más me desespera es que no llegaréis a serlo más que a medias... El pudor me impide explicaros esto, hija mía..., pero es que esos viejos tunantes, que acostumbran a juzgar al prójimo sin saber juzgarse a sí mismos, tienen caprichos tan barrocos, habituados a una vida en el seno de la indolencia... Esos bribones se corrompen desde que nacen, se hunden en el libertinaje, y arrastrándose en el impuro fango de las leyes de Justiniano y de las obscenidades de la capital, como la culebra que no levanta la cabeza más que de cuando en cuando para devorar insectos, sólo se les ve salir de él a base de reprimendas o de alguna detención. Así, pues, escuchadme, hija mía, y manteneos erguida..., porque si inclináis la cabeza de esa forma complaceréis extraordinariamente al señor presidente, y no me extrañaría que os la pusiera a menudo mirando a la pared... En una palabra, hija mía, se trata de lo siguiente: negad rotundamente a vuestro marido lo primero que os proponga; estamos convencidos de que esa primera proposición será, sin la menor duda, de lo más indecente e intolerable... Conocemos sus gustos; hace ya cuarenta años que, llevado de convicciones totalmente ridículas, ese maldito pícaro afeminado tiene la costumbre de tomarlo todo única y exclusivamente por detrás. Así, pues, hija mía, vos os negaréis, ¿me oís?, y le contestaréis: «No, señor, por cualquier otro sitio que os guste, pero por ahí, de ninguna manera.» Dicho esto, se ponen a engalanar a la señorita De Fréval; la arreglan, la bañan, la perfuman. Llega el presidente, con el pelo ensortijado como un querubín, empolvado hasta los hombros, gangoso, chillón, balbuciendo leyes y diciendo cómo tiene que ser el Estado. Gracias al arreglo de su peluca, de su traje ajustado, de sus carnes prietas y restallantes, apenas se le calcularían cuarenta años, aunque tenía cerca de sesenta. Aparece la novia, él le hace unas carantoñas y en los ojos del leguleyo se puede ya leer toda la depravación de su alma. Al fin llega el momento... la desnuda, se acuestan y por una vez en su vida, el presidente, bien por tomarse un poco más de tiempo para educar a su discípula o bien por temor a los sarcasmos que podrían ser fruto de las indiscreciones de su mujer, no piensa más que en cosechar placeres legítimos. Pero la señorita De Fréval ha sido bien educada. La señorita De Fréval, que se acuerda de que su mamá le ha aconsejado que rechazara con toda firmeza las primeras proposiciones que le fueran a hacer, no desperdicia la ocasión y le dice al presidente: -No, señor, por mucho que queráis no ha de ser así; por cualquier otro sitio que os guste, pero por ahí, de ninguna manera. -Señora -contesta el presidente estupefacto-, debo protestar... estoy haciendo un esfuerzo... en realidad es una virtud. -No, señor, por más que insistáis nunca accederé a eso. -Muy bien, señora, hay que teneros contenta -responde el picapleitos, tomando posesión de su enclave predilecto-. Mucho sentiría disgustaros y más en vuestra noche de bodas, pero tened cuidado, señora, pues en el futuro, por mucho que me lo roguéis, ya no podréis hacer que varíe mi rumbo. -Me parece muy bien, señor -contesta la joven, buscando la postura-, no temáis que no os lo he de pedir. -Entonces, ya que así lo queréis, adelante -contesta el hombre de bien, mientras se acomoda-. En nombre de Ganímedes y de Sócrates, ¡hágase como se ordena! FIN

martes, 22 de julio de 2008

ESCRITO EROTIKO..."LA SOÑADORA"

Estoy en mi cama, me he quedado dormida y tu recuerdo se cuela entre mis sueños. Mi mente te proyecta y te veo. Tu cuerpo desnudo sobre el mío, yo desnuda bajo el tuyo. Extiendo mis manos queriendo acariciarte y no te alcanzo, arqueo mi espalda para que mi sexo roce el tuyo y excitado me penetre, me monte, galope sobre mi valle húmedo, se adentre en el sudor del placer que se escurre por mi entrepierna y hace arquear más mi espalda pero no te alcanzo y un espasmo se adueña de mi cuerpo, una fiebre agónica me sacude y tirito, copulo con tu imagen que sólo es aire y mis manos que son tu pene me penetran con sus dedos y me engañan, juegan con mi sueño, se disfrazan de tu imagen, satisfacen este dolor vaginal causado por el placer de sentirte y no tenerte. Los dedos se multiplican frotando, fregando el botón de mi rosita que crece, se moja, mi boca que besa el fantasma de tu boca, mi lengua se asoma, te busca, mi nariz olfatea queriendo encontrarte y sólo copulo con el aire. Estás, te veo, te siento, como un fantasma acaricias mi cuerpo, sales de mi vagina y recorres mi vientre, subes hasta mis pechos, los acaricias, los pellizcas. Mis piernas se extienden, se abren, te esperan y sólo copulo con el aire. Te adentras en mí, mi brazo se mueve a su propio ritmo y me lleva junto con vos a un desvarío donde ya no sé si duermo, si sueño o realmente estás ahí. Gimo, mi garganta clama por la saliva de tu boca, tu pene, mi mano que me pierde hasta que la petite morte me lleva al más allá.

viernes, 11 de julio de 2008

ESCRITO EROTIKO..."LA VENGADORA"

Me quiero vengar por hacerme sentir una mezcla de odio y deseo. Por mi cuerpo que no te olvida, por mis pensamientos que te detestan. Por mis ilusiones hechas trizas y por tus caricias que me elevaron. Me quiero vengar y por eso endulzo tus oídos suplicándote que nos encontremos en tu casa, porque los hombres nunca rechazan a una mujer, porque nunca piensan con la cabeza o será porque justamente siempre piensan con ella que una los puede engatusar. Me quiero vengar por eso cuando llego te beso la comisura de tus labios, tomo tu mano y te llevo al dormitorio. Te desnudo lentamente, desprendo uno a uno los botones de tu camisa y la deslizo por tus brazos, tu boca respira deseo en mi cuello, me erizo y me agacho mientras desprendo el cinto de tu pantalón, bajo el cierre y este cae presuroso al piso. Tus manos me quieren imitar pero hoy yo dirijo el juego y te empujo sobre la cama y ante tu sorpresa saco un par de esposas y con ellas aprisiono tus muñecas a los barrotes de la cama. Enciendo la música y me envuelvo en su melodía mientras comienzo un baile erótico que me desnuda. Veo tu pene encendiéndose bajo tu slip y te libero de él, quiero verlo al rojo vivo, ver como se ensancha, se erecta buscando mi agujero húmedo que lo ayude a calmar su pasión. Pero hoy sólo me quiero vengar y mi baile, ya sin ropa, continúa conmigo misma, con mis manos que me recorren, me acarician, llegan hasta mi vagina húmeda de deseo y mis dedos se mojan en su jugo y suben hasta mi boca y me relamo de placer, los vuelvo a mojar y acaricio con ellos la comisura de tu boca. Tu lengua se saborea, me pide más y me subo a la cama y dejo mi vagina frente a tu cara, para que la huelas, la saborees, le ruegues que caiga sobre tu pene que ya estalla. -Hoy no mi vida- pienso dentro de mí y me siento a los pies de la cama, frente a vos y tomo tu pie, lamo tus dedos, con uno de ellos recorro mi sexo que empapa tus sentidos, me suplicas que te suelte, forcejeas con las esposas que te mantienen alejado de mí. Tu pie vibra en mi entrepierna, mi vulva a punto de estallar, tu pene que suplica mientras una lágrima blanca rueda por su erección. Cierro los ojos y un vuelo orgásmico sacude mi cuerpo, me aferro a tu pie, lo adentro más, gimes ya no sé si de placer o de dolor, gimo de placer, de dolor hasta que llego al climáx y mi respiración recupera su ritmo, abro los ojos y veo el mar de espuma blanca salpicando tu vientre. Me levanto calmada, tu mirada me sigue, tus manos vencidas cuelgan del respaldar, me visto tranquila, te tiro las llaves de las esposas y me voy.